Ben y Sera

Ben y Sera

Cuando Ben y Sera se conocieron, tan sólo una mirada intensa los separó de la indiferencia. En el preciso instante en que se cruzaron las miradas, Ben sintió que su alma triste y alcoholizada se colaba, por esas hermosas pupilas diáfanas. Sera, por su parte, no reconoció nada especial en el pobre Ben hasta el momento de la despedida. En ese momento Sera se acercó delicadamente a Ben y con su melosa voz de gata, le susurro un “adiós capullo” lleno de sensualidad y erotismo, que Ben a su vez correspondió con una sonrisa franca y ancha. La sonrisa que tanto definía a Ben.

Sí, ese era Ben. Me encantaría contar la historia de Ben, pero se enfadaría. Es una historia triste y él dice siempre “Amigo, odio que la gente me tenga lastima” Así que para no romper un pacto de caballeros hablaré de la sonrisa de Ben. Hasta el día de su muerte, Ben marcó a la gente con su sonrisa inmensa. Su rostro que era de lo más sencillo adquiría proporciones bíblicas cuando exhibía esa sonrisa ancha, su cara que hubiese pasado desapercibida en cualquier situación, algo lánguida y con un cierto aire meditabundo, se llenaba de vida cuando Ben sonreía y hacia que durante una milésima de segundo el tiempo, ese gran enemigo del hombre, se detuviera a contemplar la sonrisa de Ben.

Ben tenía esa cualidad.

Cuando Ben y Sera se conocieron, ambos negaron su atracción por el opuesto. Sera, la hermosa Sera, se justificaba una y otra vez con la sonrisa de Ben –Jamás he visto una sonrisa igual- decía siempre para sus adentros. A veces soñaba despierta, rostros desconocidos que exhibían idénticas sonrisas a la de Ben. Por su parte nuestro Ben aparataba de su pensamiento a Sera refugiándose en la bebida, aunque claro la silueta de la botella siempre la asociaba a las formas de Sera.

La historia de nuestro Ben y de la hermosa Sera, sería una historia inacabada, como alguna que nos ha ocurrido a nosotros amigo lector. Si no fuera porque el destino, aquél pequeño enano tramposo y asqueroso, dispusiera que nuestros dos desconocidos volvieran a tropezar por la delicada senda de las casualidades. Sera, cuando vio a Ben, hizo terribles esfuerzos por no dirigir sus diáfanos ojos a la sonrisa de Ben y este a su vez, aunque sin querer, concentró todo su ser en su oído a la espera de cazar una de las melosas palabras de Sera. Cuando Sera por fin habló, Ben pensó que esa era la voz de un ángel y eso le hizo sentirse bien, tan bien que casi sin querer le dedicó una de sus mejores sonrisas. La sonrisa de Ben cruzaba su rostro, lo marcaba, transportaba su ser a los demás. La sonrisa de Ben se materializó en su rostro con una fuerza tal, que hasta la persona más triste del mundo hubiese sonreído por puro mimetismo. Si nuestro Ben no hubiese estado tan concentrado en Sera hubiese notado un crujido, un sonido que provenía del pecho de Sera, era el sonido que produjo su corazón al romper la fría coraza que lo envolvía. Sera se enamoró de la sonrisa de Ben.

El día que Ben iba a morir. Sera reconociendo la presencia de la muerte, se acercó muy lentamente a este y cerca del oído, tal y como hacia siempre que pretendía la atención de Ben, le habló con estas aladas palabras. “Regálame Ben, una última sonrisa. Para que pueda guardarla en mi corazón. Sabes que la necesito para seguir viviendo, sabes que es la pequeña encima que cataliza la sustancia que me da vida. Regálame una última sonrisa Ben – Y estas palabras las pronunció con todo el poder de su melosa voz- te lo exijo, como compañeros y amantes que hemos sido”

Y Ben, mi gran amigo, con semblante calmado y pulso lento. Imploró para sus adentros, a la muerte, un pequeño regalo de tiempo. Destinado a pronunciar sus últimas palabras, su despedida y su decisión. Esta fue la voluntad de mi amigo que aquí queda recogida.

“Sera, mi amada Sera, te he amado con todo mi ser, has conocido mi bondad y hemos compartido grandes momentos. No puedo darte lo que me ruegas, puesto que te amo demasiado. Y después de mi muerte deseo que vivas sin pena ni tormento. Deseo que vivas sin el lastre de un recuerdo, puesto que las personas que viven ancladas en el pasado, no distinguen delante de sus ojos un futuro. Te amo tanto Sera como para negarte lo que me pides y dejarte huerfana en este, nuestro mundo, para que puedas edificar tu futuro, no lastrado por el peso del recuerdo”.

-Y después de hablar con estas palabras, Ben se recostó con semblante serio a la espera de la muerte.

Comentarios

Marta Uma Blanco ha dicho que…
Qué extraño este relato, me ha puesto los pelos de punta. Alimentarse de las sonrisas hasta hacer morir a alguien, ayshhhhh.
Un abrazo
Marta Uma
Cecilia ha dicho que…
Hola Miguel, me ha hecho mucha ilusión tener un comentario mas en mi blogs y más aun viniendo de una persona con tanto talento para escribir.
Gracias por tu visita, espero tener mas comentarios y consejos de tu parte.
NoeMi ha dicho que…
Hermoso relato, triste pero hermoso, me encanta....tienes talento para las palabras.

Noe.

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